lunes, febrero 27, 2006

Pero de veras...
Si debemos hacer una lista de las cualidades que nos gustaría encontrar en las personas o que nos gustaría poseer, seguramente diríamos que la honestidad, porque garantiza confianza, seguridad, respaldo, confidencia; expresado en una sola palabra, integridad.
La honestidad es una forma de vivir entre lo que se piensa y la conducta que se observa hacia el prójimo, exige en dar a cada quien lo que le es debido.
Podemos ver actitudes deshonestas como la más llamada y conocida la hipocresía, aparentando una personalidad que no se tiene para ganarse el afecto de los demás; el mentir; el simular trabajar o estudiar para no recibir una llamada de atención de los padres; no cumpliendo con la palabra dada, los compromisos hechos y la infidelidad.
Faltar a la honestidad nos lleva a romper los lazos de amistad establecidos, en el trabajo, la familia y en el ambiente social en el que nos desenvolvemos. Para ser honestos, primero hace falta ser sinceros en todo lo que decimos con las personas que participan de la misma labor.
En la convivencia diaria podemos vivir la honestidad con los demás, no causando daño a la opinión que en general se tiene de ellas, lo cual se puede dar cuando les atribuimos defectos que no tienen o juzgando con ligereza su actuar; si evitamos sacar provecho u obtener un beneficio a costa de sus debilidades o de su ignorancia.
Si queremos ser honestos, debemos empezar por enfrentar con valor nuestros defectos y buscando la manera más eficaz de superarlos, con acciones que nos lleven a mejorar todo aquello que afecta a nuestra persona y como consecuencia a nuestros semejantes, rectificando cada vez que nos equivocamos y cumpliendo con nuestro deber en las labores grandes y pequeñas sin hacer distinción.
Las relaciones en un ambiente de confianza conducen a la mejora personal y ajena, pues si en todo momento se obra con rectitud, se aprende a vivir como hombre de bien.